domingo, noviembre 26, 2006

El viejo

Un tipo de barrio. Nacido en el seno de una humilde familia criolla en plena crisis del 29. Hijo de una mujer extraordinaria, que la vida me dió la oportunidad de conocer y aprender de ella gran parte del arte de vivir; y de un hombre, correntino, nativo de Bella Vista, a quien la muerte lo descubrió demasiado pronto, y se lo llevó cuando mi viejo apenas ingresaba a su adolescencia.
Circunstancia que lo obligó a colgar los libros por un tiempo, y tener que empezar a laburar para parar la olla, junto con sus hermanos.
Nacido en el barrio de Flores, y criado, luego, en Villa Lugano. Un porteño de ley. Hoy, con sus 77 años a cuestas, disfruta contándome anécdotas de su juventud. Cuando iba con los pibes del barrio a jugar al potrero, o se subian al carro del lechero para dar un vueltín, o esa vez que caminaban por las vias del tren y tuvieron que largarse el vacío para que la formación no los pasara por arriba, o cuando siendo muchachos se metían en el Maipo y se peleaban por los largavistas para mirar a Nélida Roca. Me encanta escucharlo relatar sus aventuras. Pasaría horas y horas, sin importarme si me cuenta, la misma historia, diez mil veces. Pero bueno, surge la vieja hincha pelotas, diciendo:
- ¡Pero Ricardo, eso ya lo contaste! ¿Ves que tengo razón? ¿Te das cuenta que te falla?
Y el viejo la mira de reojo, con ganas de putearla, y se calla.
Siempre fue así. Siempre prefirió callar, antes que trenzarse en una discusión estéril. Lo que no quiere decir que, alguna vez, podrido de aguantar, se despachó a gusto y se armó tremenda pelotera. En fin, son esas cuestiones domésticas tan comunes en la convivencia.
El viejo fue uno de esos tipos que estudió y trabajó a la vez. Terminó su secundaria en una nocturna e ingresó a la universidad con el afán de recibirse de médico. En realidad, la medicina no era su vocación. De hecho, con su guardapolvo blanco, parecía más un carnicero que un médico. El hubiese querido estudiar sociología. Autodefinido como socialista y ateo por convicción. Luego se unió a las filas del peronismo, y así lo conocí yo: peronista y ateo.
Sin embargo, logró su titulo en medicina con especialidad en dermatología, y se desempeñó como tal. Jamás comerció con la salud. ¡Grande, el viejo! Podría haberse llenado de plata, pero sus principios y valores, siempre estuvieron muy por encima de cualquier circunstancia monetaria. O sea, un boludo. ¡Pero cómo admiro a ese boludo! Y es mi viejo.

Empezando

Aclaro que, seguramente, esta historia será algo desordenada. No tengo intenciones de respetar el orden cronológico ni nada por el estilo. Fundamentalmente, porque me gusta dejarme llevar por las ganas y la espontaneidad del momento. Sin embargo, intentaré contarla de una manera simple y divertida, de modo que, quien se anime a recorrerla, pueda disfrutar de ella como lo hice yo, protagonizándola. Ojo, no esperen un lecho de rosas ni relatos extraordinarios. Obviamente sólo se trata de una historia de vida, simple y común, con alegrias y decepciones, como cualquiera. El motivo de compartirla, sencillamente, porque tengo ganas. ¿Hace falta alguna otra razón?