lunes, enero 16, 2012

Esos amores que te dejan como Penélope II

Durante mi estadía en Buenos Aires, salimos varias veces; a veces solos, otras, con El Chino, o con su grupo de amigos. Creo que fue una, de las pocas veces, que disfruté de esa ciudad. Recuerdo que me llevó a conocer una especie de pub, en la calle Tres Sargentos. Si no me falla la memoria, se llamaba BaroBar. Las paredes estaban pintadas de rojo y llenas de graffitis. Las mesas y sillas, de madera; medios toneles llenos de maníes con su cáscara. La barra estaba genial. Cerveza tirada y sangría, eran los preferidos. Me parece que esa noche, también estaba El Chino; porque cuando me acompañaron al hotel, nos agarró un cana. Cosita, no sabía casi ni como se llamaba, encima vomita, mientras el cana nos miraba. No sé que cuento le hicieron, la cuestión que nos dejó tranquilos.

Conocí a su madre, y también a Mirta (tenía razón, se parecía a Verónica Castro). Al principio, no hubo muy buena onda. Pero un día, estando en la casa de Cosita, esperándolo; Mirta y una amiga también llegan a buscarlo. Ellas me invitan a salir a caminar y acepté. Mientras caminábamos, nos dijimos todo lo necesario para tener una buena relación. A Mirta, recuerdo haberle dicho que no me considere una competencia, ya que iba a estar unos días y, luego regresaba a Río Gallegos. Que probablemente, Cosita y yo, ya no nos volveríamos a ver.

Otra salida, tuve que viajar en colectivo hasta Floresta y Cosita me iba a estar esperando en la parada. Me dijo:

-      - Te bajás en Rivadavia y Cardozo. No la podés errar, el 5 ó 105 (no recuerdo bien) viene derecho por Rivadavia. No dobla.

Tomé el bondi y empezó a andar. Ya estaba oscuro. Yo miraba los nombres de las calles para no pasarme. De pronto, el bondi dobla. A la pelotita, ¿Y ahora? Me bajé en la siguiente parada. No tenía ni idea dónde estaba. Empecé a caminar, y pregunté a unas personas que estaban sentadas en la vereda, para dónde estaba la Av. Rivadavia. Me miraron raro. Claro, estaba a dos cuadras de una de las avenidas más conocidas de Buenos Aires. Llegué a Rivadavia, y ahí nomás lo ví a Cosita en la vereda de enfrente. Ahí me enteré, que las calles cambian de nombre. Como la ex Roca, en Río Gallegos. No entiendo porque hacen eso, es complicar la cosa.

Fuimos a un bolichón, donde nos juntamos con el resto de la banda. Pizza, moscato y fainá. Para después ir a un pool o pub, donde tocaba una banda. Estando allí, una de las chicas se manda a mudar sola. No entendí muy bien que pasó, pero había que salir a buscarla. Cosita y El Chino fueron por Rivadavia, el resto, fuimos por Yerbal. En plena búsqueda, para al lado nuestro un Falcon y se bajan cuatro tipos con chumbo en mano.

-         -  ¡Todos contra la pared!

Debo decir que, no es nada agradable que te apunten. La providencia estuvo de nuestro lado. Mirta conocía a uno de ellos del barrio y zafamos. Cosita y El Chino encontraron a la chica. Luego me acompañó en taxi hasta el hotel.

En otra oportunidad, se nos ocurrió ir al Parque de la ciudad, o algo así. Quedaba bien lejos. Cuando llegamos, estaba cerrado. Volvimos, y al Ital Park. Fue la primera y última vez que me subí a una montaña rusa. No porque me haya disgustado, al contrario, me encantó. Pero jamás volvió a ocurrírseme subir a una. No sabría responder por qué.

Mi último día en Buenos Aires viajamos en tren hasta Tigre y volvimos. Después fuimos a Aeroparque, el vuelo salía temprano. También fueron Mirta y la amiga. Fue una linda despedida. Cuando Cosita y yo nos despedimos, estaba como enojado y me dijo:

-       Cuando existe una vez que…

Nunca supe qué. Ni creo que llegue a saberlo alguna vez.

Pasó el tiempo. Perdí el teléfono y la dirección. Pero lo busqué por muchos años. Guía de teléfono, nada. Desde que uso internet, cada tanto, ponía su nombre en Google. Nada.

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