Vagabundear – J. M. Serrat
Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear,
entre el cielo y el mar.
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear,
entre el cielo y el mar.
Vagabundear.
Como un cometa de caña y de papel,
me iré tras una nube, pa' serle fiel
a los montes, los ríos, el sol y el mar.
A ellos que me enseñaron el verbo amar.
Soy palomo torcaz,
dejadme en paz.
No me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya lumbre y vino tengo mi hogar.
Y para no olvidarme de lo que fui
mi patria y mi guitarra las llevo en mí,
Una es fuerte y es fiel,
la otra un papel.
No llores porque no me voy a quedar,
me diste todo lo que tú sabes dar.
La sombra que en la tarde da una pared
y el vino que me ayuda a olvidar mi sed.
Que más puede ofrecer
una mujer...
Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...
me iré tras una nube, pa' serle fiel
a los montes, los ríos, el sol y el mar.
A ellos que me enseñaron el verbo amar.
Soy palomo torcaz,
dejadme en paz.
No me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya lumbre y vino tengo mi hogar.
Y para no olvidarme de lo que fui
mi patria y mi guitarra las llevo en mí,
Una es fuerte y es fiel,
la otra un papel.
No llores porque no me voy a quedar,
me diste todo lo que tú sabes dar.
La sombra que en la tarde da una pared
y el vino que me ayuda a olvidar mi sed.
Que más puede ofrecer
una mujer...
Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...
“… Si de veras me buscas, me encontrarás, es muy largo…” Me quedé con esa última estrofa.
Hace aproximadamente un año que estoy en Buenos Aires, desde el 14 de febrero de 2011, por un tema de salud de mi compañero de vida. No fue nada fácil estar lejos de la familia, del lugar de origen, del viento y del frío. Salió todo bien y, en breve, volveremos a casa.
En una salida con mi compañero, tomamos Reconquista y fuimos hasta cerca de Retiro. De pronto, veo el nombre de una calle: Tres Sargentos. Le digo:
- - Pará, a ver si aún existe un bar que conocí en el 83.
Existe. Pero algo cambiado. Sin paredes rojas ni graffitis. Cuando llegué al hotel, volví a intentar encontrarlo a Cosita en Google.
¡Sorpresa! Lo encontré en facebook y en otra red social. En esta última, le dejé un mensaje. En face, lo agregué como amigo. No tiene la opción de mensajes habilitada. Me sentía feliz de saber nuevamente algo de él. Pasaron algunos días, y nada. Se me ocurrió, después de dar un par de vueltas, enviarle un mensaje a uno de sus contactos. No me gusta molestar, pero eran tantas las ganas que tenía de contactarme con él…
Seguían pasando los días. Miré sus fotos, una y otra vez. Leí el muro completo. Y encontré un teléfono de un ex compañero de la colimba. Daniel A. En un momento, dudé en llamar. ¿Qué le iba a decir a un desconocido? Finalmente, marqué el número y listo. La primera llamada, no atendió. Recién lo hizo en mi segundo intento. No recuerdo bien toda la explicación que dí, pero él fue muy amable y dueño de una hermosa voz. Quedó en ponerse en contacto con Cosita y le dejé mi celular.
Al llegar al hotel, esa noche, recibo un mensaje por face donde me hacen saber que, Cosita, no tenía interés de retomar contacto. Fue doloroso, no creí que pudiera afectarme tanto. De hecho, era una posibilidad. Pero me sentí muy mal. Sin embargo, respeto su decisión, aunque no la entienda. Tomé el celular, y le envié un mensaje a Daniel A. para que deje todo como estaba.
El jueves salí temprano. Recibí una llamada de Daniel, pero se cortó. Hice toda la pila de trámites pendientes y, cuando terminé, me senté un rato en la Plaza de Mayo. Hacía calor, pero me sentía bien. Esa plaza me conecta con mi infancia. Aunque debo decir que con el vallado, se ve horrible. Le envié un mensaje a Daniel y me llama. Le explico toda la historia, y en un momento se me ocurre invitarlo a conocernos. Según él, no nos conocimos allá lejos en el tiempo, porque era del grupo de los feos. Nos encontramos en Corrientes y Florida. No me costó ubicarlo, me había dicho que tenía pinta de milico. Y sí, tiene esa pinta. Pero, también aclaró que no lo era. De feo, no tiene nada. Es un hombre sumamente atractivo, pero por sobre todas las cosas, muy cálido. Fuimos caminando hasta una confitería cerca de su lugar de trabajo. Hablamos por horas. Fue un momento mágico, como hace tiempo no me sucedía. De un absoluto desconocido, sentí como si lo conociera de toda la vida. Al despedirnos, me preguntó si podía llamarme o volverme a ver. No lo dudé. La respuesta fue un sí. Pero hasta ahora, nunca llamó para volver a encontrarnos.
Dentro de la conversación que tuvimos, salió el recuerdo de Adolfo F. Y que el grupo que se reúne de vez en cuando, nadie había tenido noticias de él. A Adolfo también lo conocí durante su colimba y luego nos volvimos a ver, cuando Cosita ya había regresado a Buenos Aires, y él fue a Río Gallegos en busca de trabajo. Un tipazo, Adolfo.
Hice lo mismo que con Cosita, recurrí al Google. Encontré su número telefónico y lo llamé. No estaba, dejé un mensaje en el contestador. A los pocos días me envía un mensaje. Fue mucha mi alegría el volver a tener noticias de él. Le pasé el celular de Daniel A. Pero creo que no me recuerda, o no le traje buenos recuerdos. Tampoco volví a saber de él.
¿Qué pasa con la clase 62 y yo? ¿Qué hice? Mi compañero de vida, dice que la colimba, en general, no trae buenos recuerdos. Puede ser. De todo esto, igual me quedo con lo bueno. Sigo y seguiré amando a Cosita, ese amor de juventud que, a pesar de mi error, me hace feliz recordarlo de vez en cuando. Conocer a alguien que me hizo vivir un momento hermoso. Y Adolfo, sigue siendo un tipazo. ¿Fin?